El emprendedurismo en Argentina

EL EMPRENDEDURISMO
EN ARGENTINA

Andy Freire, además de ser un emprendedor, es Licenciado en Economía por la Universidad de San Andrés, columnista y escritor. En una entrevista con Universia Argentina nos dió su opinión acerca de diversos temas, como la situación actual del emprendedurismo en el país, las cualidades necesarias para emprender y la reacción al fracaso.

- ¿Cuál es la situación actual del emprendedurismo?

Tal vez estés pensando en emprender un negocio, pero antes te gustaría saber si las condiciones son favorables. Al respecto, Andy nos comentó que “es innegable que durante los últimos 15 años el país avanzó muchísimo respecto a la consolidación de un ecosistema emprendedor relativamente fuerte''. A su parecer, la extensión de este interés es la consecuencia de dos asuntos. Por un lado, ocurrió un “cambio de mentalidad respecto a la educación y objetivos de las personas”. La generación de los millennials “fue educada para dedicar tiempo a lo que los haga felices” y “ese tipo de mentalidad favorece a la iniciativa emprendedora”. Asimismo, los más jóvenes tienen“ambición por perseguir sus sueños de una manera mucho más intensa que generaciones anteriores” y en este contexto “ser empleado muchas veces no es la mejor opción, sino que emprender es mucho más razonable”.

Por otro lado, “el ciclo de vida de las empresas se ha reducido y el mundo empresarial es mucho más inestable”. La consecuencia, es que “casi nadie” tiene “la vocación de trabajar toda su vida en una misma multinacional, porque ni siquiera sabe si va a seguir existiendo dentro de 20 años”. Este cambio también favorece a la cultura emprendedora “ya que da pie a que nuevas ideas y nuevos negocios surjan constantemente”.

La generación de los millennials “fue educada para dedicar tiempo a lo que los haga felices” y “ese tipo de mentalidad favorece a la iniciativa emprendedora”, según Andy

Sin embargo, este “incipiente ecosistema emprendedor” percibe “fuertes impedimentos en su marco político e institucional”. Para respaldar su opinión, refirió a los datos arrojados por el Informe del GEM: “El estudio asegura que la Tasa de Actividad Emprendedora en Etapa Temprana (TEA), indicador que refleja la sumatoria de emprendedores nacientes y dueños de una nueva firma de entre 18 y 64 años, ha disminuido considerablemente durante los últimos años. Del pico de 20,8% registrado en 2011 se pasó a 14,4%, en 2014. O sea, los mismos parámetros que en el año 2002”. A partir del año 2020, estos porcentajes aumentaron a gran escala, gracias a la pandemia.

Frente a tal revelación, seguramente te preguntarás ¿por qué ocurre esto? Según su juicio “el problema que venimos arrastrando no es tanto la cantidad de emprendimientos, que es un indicador relativo en término de éxito del modelo económico, sino la calidad de estos emprendimientos”,además de “la baja percepción de oportunidades para emprender”. Asimismo, como mencionamos anteriormente, otra problemática severa son las debilidades en el marco político e institucional. Ahora bien, ¿cuál es la solución a esta realidad? Por su parte, Andy apuntó a las políticas públicas: “Resulta palpable la necesidad de políticas claras tendientes al mejoramiento del nuestro incipiente ecosistema emprendedor pero, sobre todo, que ellas sean pensadas en un marco estratégico de política de Estado”.

- ¿Cuáles son los requisitos para ser emprendedor?

Ahora bien, si la situación actual no es tan favorable, tal vez estés analizando si reunís las cualidades para emprender, es decir, si tenés lo necesario para enfrentar las problemáticas que se te presenten. Sobre este asunto, Andy puntualizó que “más que cualidades de un emprendedor, me gusta hablar de formas para encarar un emprendimiento” y continuó “en ese sentido, hay algunas preguntas que debería responderse una persona si decide emprender”:

  1. Si estás realmente convencido
  2. Cuál será tu grado de compromiso
  3. Cómo querés que evolucione el proyecto a medida que crezca
  4. Saber por qué vas a tener éxito
- Ser emprendedor, ¿se hace o se nace?

Como habrás notado, emprender es complicado y los emprendedores requieren una personalidad especial. Tal vez, en esta instancia te preguntes ¿estoy hecho para esto?, es decir, ¿se hace o se nace? Según Andy, esta pregunta no es sencilla, sino que supone “un debate eterno dentro del mundo emprendedor”.

Por un lado, “están quienes consideran imposible modificar ciertas características innatas, y afirman que eso es lo determinante a la hora de emprender”, mientras que “otros aseguran que todo se hace, nada es innato, todo se puede desarrollar”.

A pesar de estas opiniones tan dispares, Freire considera que en caso de tener que elegir, su posición es “intermedia”. Existe una “capa de hábitos técnicos fácilmente modificables y adquiribles” relacionados con“la formación y el aprendizaje educativo”. Por ejemplo, nociones sobre cómo lograr una apertura del capital, cómo desarrollar una estrategia comercial y financiera, o cómo armar un plan de negocios”. Aunque, “en el otro extremo, en lo más profundo del emprendedor, hay una capa neuronal de talentos inmodificables, que sencillamente se tienen o no se tienen”, es decir, habilidades que “es inimaginable que alguien pueda adquirir a voluntad, por mucho empeño que ponga”.

Conseguí el libro What you can change… and what you can’t, recomendado por Andy.

Si estás interesado en saber más sobre este asunto, Andy recomendó el libro What you can change… and what you can’t (“Qué puedes cambiar… y qué no”) de Martin Seligman. En este texto, el autor indica que “hay patrones recurrentes de pensamiento y comportamiento, que pertenecen a la fisiología de cada uno” y son “producto de la genética y las influencias anteriores a la pubertad, que determinan el sistema neurológico”.¿Qué significa esto? Andy lo explica de la siguiente manera: “dadas estos condicionamientos, es muy probable que, por ejemplo, yo nunca logre tener el carisma de Bill Clinton o la visión de Bill Gates”, aunque advirtió “la pregunta que hay que hacerse es, si eso es lo único que importa, o si lo relevante es que haga lo mejor dentro de mis posibilidades” concluyó “yo, me inclino por la segunda opción”.

- ¿Y si fracaso?

Ya deberías saberlo, emprender supone riesgos y por ende, las posibilidades de fracasar y triunfar son equivalentes. Está claro que todos desean triunfar, pero ¿Cómo enfrentar el fracaso? Según lo que nos comentó Andy, el problema es que en nuestro país “el fracaso está socialmente estigmatizado”, aunque curiosamente, “no es así en todas las sociedades”. Para ejemplificar, mencionó a Estados Unidos, donde “existe una filosofía totalmente diferente”. Tú te preguntarás, ¿cuál es esa diferencia? “Allí, la valoración emprendedora es grande, y se premia más al que intenta y fracasa, que al que no arriesga”. Por ejemplo, “un emprendedor que fracasa no lo esconde, al contrario, lo destaca en su CV porque considera que esa experiencia le dio un valor agregado, y así también lo hace el resto de la sociedad”.

A su parecer, esta es una “dinámica sana y honesta”, que deberíamos implementar: “Perderle el miedo al fracaso es despojarse de un gran peso que te permite avanzar, y a la vez derribar una gran hipocresía. Suelo decir que conozco dos tipos de personas: los que fracasaron alguna vez, y los que todavía no lo admitieron. Como te decía antes, el fracaso no es una opción, es parte de la vida. Hay que aprender a asumirlo como tal”.

“El fracaso no es una opción, es parte de la vida”, advirtió Andy

Está claro que esta transformación no ocurrirá de un momento a otro y que “los cambios culturales tienen que estar acompañados de hechos fácticos”. Por ejemplo, una cuestión interesante sería que nuestras leyes también ayudan a que el fracaso sea más sencillo, ya que la legislación argentina es muy dura con el que apuesta, arriesga y le va mal. Prácticamente quedás inhibido por años”. Si bien las normas tienen sus fundamentos, “una legislación inteligente tiene que poder separar la paja del trigo: una cosa es el emprendedor que intenta, se esfuerza y, por los motivos que fueren, le va mal y otra cosa es un estafador”.

En conclusión “para no perder las ganas de seguir intentando, la realidad es que el contexto te tiene que dar algún tipo de señal de facilidad. De lo contrario es difícil, salvo que seas un apasionado emprendedor”.

- ¿Y si fracaso?

Ya deberías saberlo, emprender supone riesgos y por ende, las posibilidades de fracasar y triunfar son equivalentes. Está claro que todos desean triunfar, pero ¿Cómo enfrentar el fracaso? Según lo que nos comentó Andy, el problema es que en nuestro país “el fracaso está socialmente estigmatizado”, aunque curiosamente, “no es así en todas las sociedades”. Para ejemplificar, mencionó a Estados Unidos, donde “existe una filosofía totalmente diferente”. Tú te preguntarás, ¿cuál es esa diferencia? “Allí, la valoración emprendedora es grande, y se premia más al que intenta y fracasa, que al que no arriesga”. Por ejemplo, “un emprendedor que fracasa no lo esconde, al contrario, lo destaca en su CV porque considera que esa experiencia le dio un valor agregado, y así también lo hace el resto de la sociedad”.
A su parecer, esta es una “dinámica sana y honesta”, que deberíamos implementar: “Perderle el miedo al fracaso es despojarse de un gran peso que te permite avanzar, y a la vez derribar una gran hipocresía. Suelo decir que conozco dos tipos de personas: los que fracasaron alguna vez, y los que todavía no lo admitieron. Como te decía antes, el fracaso no es una opción, es parte de la vida. Hay que aprender a asumirlo como tal”.
“El fracaso no es una opción, es parte de la vida”, advirtió Andy
Está claro que esta transformación no ocurrirá de un momento a otro y que “los cambios culturales tienen que estar acompañados de hechos fácticos”. Por ejemplo, una cuestión interesante sería que nuestras leyes también ayudan a que el fracaso sea más sencillo, ya que la legislación argentina es muy dura con el que apuesta, arriesga y le va mal. Prácticamente quedás inhibido por años”. Si bien las normas tienen sus fundamentos, “una legislación inteligente tiene que poder separar la paja del trigo: una cosa es el emprendedor que intenta, se esfuerza y, por los motivos que fueren, le va mal y otra cosa es un estafador”.
En conclusión “para no perder las ganas de seguir intentando, la realidad es que el contexto te tiene que dar algún tipo de señal de facilidad. De lo contrario es difícil, salvo que seas un apasionado emprendedor”.

Los primeros hornos de microondas comerciales salieron a la venta en 1947 y se llamaron “Radarange”. Medían cerca de 1,8 metros, pesaban unos 300 kilogramos y costaban el equivalente del salario anual de un empleado medio (Hoy unos U$S 50.000). Debido a su costo y a sus dimensiones, durante los primeros años solo se los encontraba en restaurantes. A mediados de la década del 60 se comenzó a producir en Japón y sus precios bajaron de manera considerable. Hoy se calcula que en los países desarrollados más del 90% de las cocinas los tienen. 

El caso del microondas ejemplifica el proceso típico de un desarrollo empresarial que se puede resumir en tres etapas:

1) Etapa de creación: hay una necesidad insatisfecha o un problema que necesita ser resuelto. Una persona, o varias, comienzan a lanzar ideas para solucionarlo. En algún punto, un evento -planeado o fortuito- dispara una salida novedosa que suele ser la adaptación de elementos existentes. En el caso del microondas, se descubrió la oportunidad de desarrollar una forma más rápida para cocinar.

2) Etapa de innovación: en una empresa, la creatividad no puede terminar siendo una abstracción, sino que debe generar valor. Para conseguirlo, la idea se debe enfocar en algo práctico, realizable y que posea viabilidad económica. Es una etapa que suele requerir varias iteraciones antes de que la innovación se concrete. A Raytheon le llevó 20 años convertir el costoso y voluminoso microondas original en el artefacto de consumo masivo que es en la actualidad.

3) Etapa de cambio: de nada serviría la innovación si no generara cambios controlados -se deben tomar recaudos para evitar al máximo los efectos colaterales indeseados- sobre las personas involucradas de manera directa e indirecta. El valor de la innovación estará vinculado a la amplitud del cambio (a cuántas personas impacta) y a su sencillez. El valor aportado por el microondas es incalculable ya que alcanzó -en mayor o menor medida- a la mayoría de los habitantes del planeta. Asimismo, su uso es tan habitual que hasta nos parece un elemento “obvio”.

Spencer seleccionó dos actividades sin ninguna vinculación aparente (el control aéreo y la cocina) y produjo una innovación de alcance mundial. Lo mismo se podría decir de Jeff Bezos, que eligió la incipiente Internet, plataforma que permitió nuevas posibilidades comerciales y logísticas, que plasmó en Amazon. Hay una infinidad de líderes visionarios que tuvieron la capacidad de poner en práctica emprendimientos innovadores exitosos de manera similar. Los ejemplos van desde Oprah Winfrey hasta Margarita Barrientos, y desde Tomás Edison hasta Steve Jobs. Inútil intentar enumerarlos.

La sencillez es el segundo componente relacionado con el éxito y con el valor aportado por la innovación. Una solución “simple” ayuda a que la sociedad la incorpore en poco tiempo a su vida diaria; después de todo, ¿hay algo más familiar que un microondas, el e-commerce, la bombilla eléctrica o el smartphone? El ciclo virtuoso creatividad-innovación-cambio está implícito en cualquier solución práctica, y se puede resumir en un concepto: adaptación. Es la manera en que los organismos vivos -incluidas las personas y sus organizaciones- responden a los cambios de contexto. Es la base del desarrollo individual y colectivo. No es algo nuevo, es lo que en el siglo XIX ya había descubierto un naturalista llamado Charles Darwin.

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